viernes, 22 de noviembre de 2013

MEMORIA EMOCIONAL

La memoria ha sido un elemento de estudio en la historia de la psicología desde casi sus inicios. Desde las primeras aproximaciones a la memoria la ciencia psicológica ha realizado importantes descubrimientos. Estos descubrimientos han servido de leña para el cine de ciencia ficción. Sin embargo, la distorsión que ha recibido el funcionamiento de la memoria por parte de la cultura popular no coincide con lo que nos dice la ciencia y la mayoría de las personas no tienen muy claro este funcionamiento.

Casi todos conocemos la distinción entre memoria a largo plazo y a corto plazo (o memoria de trabajo). La última dura pocos segundos y tiene una capacidad limitada. La primera potencialmente puede durar para siempre y aún no sabemos cuál es su capacidad total.

La memoria a largo plazo se subdivide a su vez en memoria explícita e implícita. La memoria implícita se refiere a cosas como saber andar en bicicleta, tocar el piano y otros tipos de “memoria muscular.” También incluye las respuestas emocionales que tenemos ante estímulos familiares. Son cosas que hacemos sin pensar, y las experimentamos sin necesidad de atención consciente.

De hecho antes de aprender a hablar y de conceptualizar el mundo en clases y categorías, las primeras experiencias de aprendizaje que tuvimos fueron emocionales.

Vivimos en una cultura que niega la importancia de las emociones en favor del pensamiento analítico y racional, la productividad, el progreso y la lógica. Nos han enseñado hasta la necesidad de razonar y
analizar las emociones para comprenderlas y pasarlas por el filtro de la lógica, el lenguaje y las clasificaciones que hemos aprendido.

La memoria es flexible, a menudo nada fiable y la lista de cosas que pueden fallar en ella es preocupantemente larga. Una de ellas es el sesgo autocomplaciente o egocéntrico que consiste en la tendencia que tenemos de recordar las cosas de una manera que nos hace parecer mejores. Así enfatizamos el papel desempeñado en un evento, el resultado que conseguimos en una situación, etc. Esto que quiere decir que nuestro cerebro nos miente para hacernos sentirnos bien sobre nosotros mismos.

El aprendizaje emocional (y el recuerdo emocional) sigue sucediendo durante la vida, independientemente de lo represiva que haya sido nuestra educación. No importa lo poco que nos permita reconocer nuestras emociones el ambiente o el entorno en el que vivamos o trabajemos, la memoria emocional sigue funcionando de forma automática.

Por eso a menudo no entendemos por qué alguien ha podido tener “una salida de tono” sin motivo alguno, cómo ha podido decir “eso” en ese momento,  o por qué se siente “así” si no tiene “razón alguna para ello”.

La memoria emocional, al ser una memoria implícita, sucede de forma inconsciente. Es decir, cualquier estímulo o señal que nos “recuerde” dicha memoria, puede hacernos sentir un cúmulo de emociones que pueden no tener nada que ver con la situación con la que nos encontremos. Estas respuestas emocionales nos influyen de forma automática. Por mucho que intentemos negarlas o reprimirlas están ahí.

Por ejemplo hay gente que refiere tener vergüenza o miedo a hablar en público o a hacer alguna actividad mientras otras personas la observan. Por muy irracional que este miedo sea, ciertas personas no pueden evitar sentirlo y se ruborizan, tartamudean o les entra ansiedad y comienzan a cometer toda la clase de errores al estar en una situación frente a una audiencia o un público.

Cuando uno finalmente encuentra un espacio donde puede trabajar estas emociones, un lugar donde expresarlas, liberarlas, sentirlas, integrarlas y entenderlas, no desde la razón o el análisis, sino desde la comprensión que genera la vivencia, entonces se produce un nuevo aprendizaje, que algunos llaman, crecimiento personal, y que difícilmente se puede explicar en estas líneas.

Dicha experiencia emocional no se puede realmente expresar en palabras. Todo intento de especificación, explicación o descripción no sería más que una simplificación, limitación o despedazamiento de la experiencia. Valga el ejemplo de “intentar explicar una puesta de sol a un ciego.”

Al igual que una puesta de sol solo puede ser apreciada realmente por la vista y para ello necesitamos los ojos, las experiencias emocionales solo pueden ser comprendidas realmente por la parte del cerebro diseñada para ello, que no reside en el área donde se ubica el lenguaje. La metáfora, el simbolismo y el arte son medios adecuados para activar estas áreas cerebrales que no aprenden (ni recuerdan) a través de la razón y la lógica.

Si te interesa este tema y deseas trabajar en tu desarrollo emocional, te animo a que busques un grupo o taller dedicado a ello. Somos seres sociales y desde pequeños aprendemos sobre nuestras emociones cuando nos relacionamos con los demás. El trabajo en grupo es el más indicado para esto.

Si quieres, puedes leer más información aquí sobre los talleres que yo imparto de inteligencia emocional. Si deseas que te amplíe más información, puedes llamarme por teléfono, o enviarme un e-mail.

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